La hora de la política

A finales de este mes de abril, el Gobierno debe tener cerrada la negociación con Bruselas sobre el Programa de Estabilidad. Es decir, sobre las previsiones macroeconómicas para 2013 y 2014.

Ya antes de que el Banco de España enfriara las expectativas que despiertan algunos brotes verdes, el presidente del Gobierno reconoció en el Congreso que las grandes cifras del presupuesto de este año serían revisadas en breve. Recordemos que las cuentas públicas aprobadas hace tan sólo tres meses en las Cortes contemplaban una caída del crecimiento del 0,5% y un déficit de 4,5%, con un paro del 24,3%.

Pero el Banco de España, cuyos pronósticos suelen ser bastante más realistas que los de los gobiernos, aumenta la caída del PIB al 1,5%, eleva el déficit hasta el 6% y sitúa el desempleo en un histórico 27,1%.

¿Hasta dónde llegará Rajoy en la revisión que dará a conocer en los próximos días? Se manejan dos escenarios. En el optimista, que implica una bajada de la prima de riesgo a 300 puntos en torno al verano, el PIB caería algo menos de un punto (0,9%) y el déficit se situaría en torno al 5,8%. El paro quedaría cerca del 26%.

En el escenario pesimista (la complicación crece en Chipre e Italia y el rescate de Eslovenia, que va a suponer unos 6.000 millones, generan mayor inestabilidad en los mercados), la prima de riesgo no bajaría a los 300 puntos y se mantendría en niveles parecidos a los actuales. Entonces, el PIB caería este año un 1,2% y el déficit aumentaría hasta el 6,2%. El paro superaría el 27%. Pero, ¿qué ocurrirá en 2014? En el escenario optimista, el PIB podría crecer un 1,5% y el déficit se reduciría hasta el 4%. España necesitaría un año más para alcanzar la cifra mágica del 3%, que casi se conseguiría en 2015 (3,3% según el Gobierno). En esa previsión, se frenaría la destrucción de empleo, pero el paro se mantendría el año próximo en el entorno del 24%.

En el escenario pesimista, el PIB crecería en 2014 algo más de 0,5% y el déficit público se quedaría en el 4,5%. El desempleo no bajaría del 26%.

Aunque el error Montoro supondrá que este año será 0,2 puntos más fácil (2.500 millones) cumplir el déficit, dado que las devoluciones se imputarán al año pasado, las cifras no son como para tirar cohetes.

Porque, tanto en el escenario optimista como en el pesimista, la mejora en los datos de empleo no se percibirá hasta 2015. Es decir, hasta el año en que deberían celebrarse elecciones generales.

El Gobierno, por tanto, tendrá muy poco margen para vender a los electores que los sacrificios en esta legislatura han dado los resultados esperados. Y, naturalmente, con esas perspectivas se hace muy difícil que antes de 2015 se pueda acometer la bajada del IRPF, aunque sólo sea para situarlo donde estaba antes de que el PP ganara las elecciones. La opción sería aprobar la bajada ese mismo año para aplicarla en 2016.

Los errores de gestión que se están cometiendo en la UE no ayudan a dar más confianza, sino todo lo contrario. Lo que ha demostrado la crisis de Chipre es la falta de una hoja de ruta para resolver problemas en teoría manejables y la preponderancia de Alemania. Ninguno de esos dos factores genera entusiasmo en un proyecto común europeo, sino que aumenta el desapego ciudadano al proceso de cesión de soberanía.

La advertencia del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, de que los ahorradores europeos pagarán una parte del saneamiento de sus bancos, es el resumen de esos dos elementos: mala gestión y predominio de Merkel. El Gobierno español insiste en que Chipre es un «caso excepcional» y esgrime el párrafo 15 del MOU (Memorandum of Understanding) por el que se acordó conceder un crédito a España de hasta 100.000 millones de euros. En dicho párrafo se establece que el objetivo de los planes para los bancos no viables debe ser «proteger los depósitos de los clientes».

Es decir, que en ningún caso antes de consumir esa línea de crédito (hasta ahora se han solicitado 40.000 millones) se recurriría a gravar los depósitos para salvar a una entidad en crisis.

Sin embargo, la nueva legislación bancaria sí contempla que los depósitos de más de 100.000 euros pueden ser afectados -al igual que la deuda de mejor calidad- para tapar los agujeros de los bancos. Aunque el sábado Wolfgang Schäuble insistiera en que el caso de Chipre «es único y especial».

Cada pequeña sacudida en algún remoto rincón de la UE afecta a los países periféricos más débiles, como España o Italia. Y, a la inversa, cada seísmo económico en Europa refuerza los países centrales (Alemania y sus aliados).

El Gobierno ha hecho buena parte de sus deberes en cuanto al recorte del déficit, pero eso no es suficiente para invertir la situación y comenzar a generar empleo. Las perspectivas europeas no son buenas. Por eso, incluso en el mejor de los escenarios, las expectativas de cara al futuro reflejan tan sólo una ligera mejora (los datos de comercio exterior, costes laborales y entrada de inversión extranjera siguen siendo buenos), pero insuficiente para que los ciudadanos perciban que los días de sangre, sudor y lágrimas han quedado definitivamente atrás.

Ello obliga al Gobierno a modificar su agenda. Es decir, a no fiarlo todo a la economía para volver a tener opciones de ganar en 2015.

Rajoy tiene ante sí un panorama mucho más complicado del que heredó desde el punto de vista institucional. La confianza de los ciudadanos en la Corona, en la Justicia y en la clase política ha caído a cotas desconocidas desde el restablecimiento de la democracia.

Por tanto, en los próximos meses, el Gobierno deberá afrontar esos problemas con mucha más decisión que hasta ahora. El tsunami que nos amenaza no llegará esta vez desde una pequeña isla del Mediterráneo, sino desde dentro. De cómo se resuelva la crisis del modelo de Estado, la estabilidad de la Monarquía, los grandes escándalos de corrupción, etcétera, dependerá, no sólo el triunfo de un partido en las elecciones, sino la continuidad de nuestra democracia.